Jáquima de asno no le viene al gato.

Se usa para denunciar toda patente disconformidad, de la misma manera en que lo hizo Cicerón cuando una vez su pariente Léntulo, hombre de menguada talla, se presentó ante él ciñendo una descomunal espada. «¿Quién ha atado mi primo a esta espada?», exclamó, incisivo, el tribuno.

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